La juventud; culturas juveniles
La juventud es un periodo temporal de los hombres y mujeres que se ha situado en un proceso de cambio entre la niñez y la adultez, es decir, un periodo intermedio que se considera de formación de niño a hombre (sustantivo utilizado de forma genérica para referirnos a ambos sexos).
Esta nueva categoría social surgió con el desarrollo de la burguesía en el siglo XIX, pues en ella los niños no tendrían necesidad de trabajar a temprana edad, sino que gracias a cierta holgura económica familiar tendrían oportunidad de extender un periodo de tiempo para el estudio o el ocio antes de tener responsabilidades familiares.
Sin embargo, fue a partir de la década de los 50 del siglo XX en los Estados Unidos de América (EUA) y la Europa de la posguerra en que la condición de juventud comenzó a masificarse, extendiéndose a los hijos de las clases medias (profesionales y obreros).
Para América Latina fue necesario esperar hasta fines de los 60 y principios de los 70 para que se hiciera extensiva esta categoría, pues antes de esas fechas la categoría social de juventud respondía únicamente al perfil del estudiante universitario.
Fue gracias a la expansión de la educación básica y secundaria, el crecimiento de las urbes, la masificación de los medios de comunicación, especialmente la radio y muy posteriormente la televisión, en que por fin se pudo hablar de los jóvenes como categoría social, aunque siguen quedando al margen los jóvenes rurales y las mujeres jóvenes .
Cabe apuntar que los trabajos sociológicos y antropológicos describen la aparición del sujeto social de la juventud solamente a partir de la posguerra en 1950 diferenciando dos categorías de jóvenes según su nivel económico: así, algunos optan por ubicar en las tribus urbanas a los jóvenes de clase baja y popular, en tanto otros colocan a los burgueses con poder adquisitivo como los jóvenes universitarios; no obstante, ambos tipos de jóvenes convergen en la característica de una edad de rebeldía.
La presencia de las tribus urbanas puede plantearse como mundial, si atendemos a una extensión del fenómeno en los países capitalistas de occidente, pero localizada concretamente en contadas ciudades donde además de la concentración demográfica existe una dinámica actividad cultural juvenil acompañada de la presencia de los medios masivos de comunicación. Tales requisitos son indispensables para la formación del fenómeno tribal, de lo contrario las fronteras físicas aíslan a la sociedad de las influencias culturales exteriores.
La neutralización de la distancia física como causa de la caída de las fronteras comunicacionales, es la mundialización informativa. En este sentido mundialización significaría "un movimiento contingente y dialéctico entre global y local... la mundialización, defendiéndose que la idea de espacios aislados sería ficticia, con esto, la trascendencia de las fronteras ahora no sobre el enfoque económico, mas de convivencia cultural en sus diversos sentidos".
La estética de las tribus urbanas es, quizás, el rasgo más distintivo de ellas al hacerlas visibles en su recorrer citadino, pero ésta no es obra de la generación espontánea ni mucho menos resultado de un consenso propuesto por los propios jóvenes sino, y estamos convencidos de ello, es el fruto de la fuerte penetración de los medios masivos de comunicación a través de dos elementos: la música y el cine.
Ambos han provocado un fenómeno denominado transculturación de productos culturales, es decir, estilos musicales y estéticos generados en un ambiente urbano en concreto que son exportados y asimilados por jóvenes de diferentes ciudades siguiendo un patrón general.
Pertinente es aclarar que no se debe equiparar cultura y sociedad, dos conceptos que no deben ser confundidos por una sencilla razón: en nuestro mundo actual toda sociedad genera hechos culturales específicos, pero no es verdad que la cultura de esta sociedad se limite a ellos, ni que la cultura de una sociedad se presente de manera uniforme e igual para todos sus miembros.
En la actual situación de globalización del planeta, el hecho de que las músicas atraviesen fronteras nacionales o estatales no es condición suficiente para que hablemos de transculturación ya que esto implica sobre todo la idea de algo nuevo y diferente que se aporta a un contexto cultural distinto al de su surgimiento.
Tras estas breves líneas introductorias del objeto de estudio y la situación actual de la historia, nuestra intención es mostrar cómo el fenómeno juvenil de las tribus urbanas ha quedado rezagado, y muchas veces despreciado por los historiadores, al contrario de lo que ha sucedido con otras disciplinas de las ciencias sociales. Esperamos mostrar en breves líneas una propuesta de acercamiento al estudio de las tribus urbanas desde la perspectiva de la historia social y cultural.
Tribus urbanas o culturas juveniles, ¿y la historia?
Existen acercamientos, como el realizado por el investigador chileno Raúl Olguín Hevia, quien buscó a través de las herramientas del urbanismo, las aportaciones sociológicas y demográficas abordar el tema de las tribus urbanas en la ciudad de Santiago de Chile.
Sin embargo, su intento sólo repite las teorizaciones ya planteadas por los sociólogos arriba mencionados, y su aparato histórico queda en una breve enumeración de sucesos aislados y listado de tribus urbanas. No llega nunca al análisis y contextualización del fenómeno, aunque intenta desde la perspectiva de la historia de las mentalidades encontrar una explicación al surgimiento de las tribus urbanas [Olguín Hevia, 2007].
Mención aparte merece, una vez más, el investigador Carles Feixa, quien recientemente acaba de publicar un trabajo bastante interesante sobre las tribus urbanas a las que denomina simplemente "culturas juveniles".
Por ello queremos insistir en la importancia de las fuentes alternas a las documentales escritas, tales como la música y el cine, lo mismo que la estética de los jóvenes; ésta al ser la más notoria es la que pone sobre la escena urbana la diferenciación de las culturas juveniles con el resto de los jóvenes "integrados o asimilados por el sistema en vigencia".
Si quisiéramos ver en las tribus urbanas o culturas juveniles un objeto para la historia social, una opción sería tratarlas como una clase organizada que se reconoce, tiene conciencia de su movimiento y de su asociación; sin embargo, de acuerdo con los estudios sociológicos, una de las características de las culturas juveniles es lo que han denominado interclasismo desde el sentido económico, pues la clave parece no ser determinante para la unión de los jóvenes en diferentes grupos —rasgo del cual como historiadores consideramos requeriría de un análisis más profundo y detenido.
Hablar de clases juveniles en el sentido de hacer referencia a las tribus urbanas sería un término que difícilmente podría ser aceptado en un significado diferente al económico, y por tanto, remitiría a su acepción de estratos sociales.
Entonces utilizar algunos de los términos tradicionales de la historia social como el de clase, órdenes o castas, requeriría de un gran esfuerzo teórico, no obstante pudiéramos ajustamos a la definición de Pierre Vilar sobre castas:
Lo que parece deducirse de una historia más próxima a nosotros y más reciente es la tendencia espontánea de los grupos humanos a cerrarse a sí mismos y a cerrar a los demás grupos, a incorporar una noción de "pureza" a tal o cual rasgo de pertenencia —tanto a la pertenencia a un grupo étnico, como a un grupo religioso o a un grupo profesional—, y a considerar desde entonces como hereditarios los caracteres así definidos [Vilar, 1982:117].
Tendríamos ahora una opción más para referirnos al fenómeno juvenil, castas, culturas o tribus, sin embargo, nos mantenemos aún a un nivel de debate teórico que poco aportaría al análisis, por ello no ahondaremos más sobre dicho asunto y avanzaremos al estudio de las fuentes.
La música, el cine y otros trabajos históricos sociales y culturales aportarían la información necesaria para la investigación. Sobre todo los dos primeros, como reflejo de la sociedad y objeto de impacto e influencia entre los jóvenes, son los que ofrecerían la información para comprender el surgimiento, desarrollo y decadencia de alguna cultura juvenil.
La música ha sido vista por los historiadores como un elemento auxiliar para las investigaciones, cuando son las corrientes musicales lo mismo que otras artes, un reflejo del momento histórico vivido por los actores. Nos atrevemos a decir que letras, ritmos y tonos pueden servir como material suficiente para construir una historia del siglo XX sin necesidad de utilizar otros documentos.
En ocasiones, la música fue un elemento revolucionario, crítico con el orden establecido y agente activo en el cambio político y social, de esta forma, la producción musical de cada periodo histórico puede reflejar valores de la clase dominante y argumentos legitimadores de su poder. O pueden localizarse obras en las que, por el contrario, se realiza una crítica al sistema, convirtiéndose en preconizadoras o colaboradoras de grandes cambios políticos sociales [Piñeiro Blanca, 2004].
Para una historia cultural de la juventud del siglo XX, acudir a los filmes y a la música sería la fuente idónea para estudiar el desarrollo de este actor social; además, ofrecería la posibilidad de abarcar espacios mundiales de análisis.